El tiempo sigue estando hecho de viento para soplar asuntos feos. Este escrito es una caligrafía del ánimo, una geografía desordenada donde se puede apreciar un cruce constante de impresiones alrededor de la normalidad, con todas sus excepciones, antónimos y sinónimos, matices y objeciones, hasta convertirlo en una radiografía repletas de soledades.
Es necesario advertir que estas reflexiones están vertidas en un diario que abre sus hojas una vez a la semana (en un banco, bajo un árbol) para describir la incertidumbre, el desasosiego, el estruendo, la perversión o el fanatismo… Frente a esto: las utopías, las esperanzas, los equilibrios, la honradez, el cuidado, el mutualismo y el bien común…
Sobre todo, es un gran homenaje a las personas a las que he dedicado mis últimos años de profesión, aquellas que viven en lugares sin nombre pero que siguen llevando sus apellidos a cuestas, como una llave que les permite hacer cosas.