Este nuevo trabajo sobre la desigualdad de ingresos en el mundo afinca en los datos preocupantes conclusiones. Una vez comprobado que la desigualdad dentro de los países sigue una tendencia creciente, alerta de que esta deriva desigualitaria es especialmente intensa en los países más desarrollados, precisamente los que, con políticas socialistas y socialdemócratas, lideraron los rankings de igualdad en la segunda mitad del silo XX. Establece, por tanto, que el paradigma que asociaba desarrollo e igualdad está siendo destruido, agotado en sus formas actuales. Como quiera, además, que el origen de la desigualdad procede del sistema de remuneración del trabajo y del capital, insiste en poner el foco en el sistema productivo capitalista, ya que ni el gasto público creciente, ni las políticas de redistribución logran contrarrestarlo, a pesar de su vigor y de su eficacia. Vigor y eficacia que se reivindican, igualmente.
Constata también que es el crecimiento desbocado del capital y de su desigualdad el principal impulsor de la desigualdad de ingresos, lo que pone en cuestión el propio sistema capitalista desregulado en el ámbito mundial por la globalización.