Manuel, cuya edad ronda los noventa años, se encuentra en una residencia de ancianos en la que le han puesto sus cinco hijos debido, sobre todo, al Alzheimer y algún otro motivo. De sus cinco hijos, su hija mayor, Tatiana, es la única que lo visita con frecuencia, pero él vive en dos espacios vitales: el presente y el pasado, a donde le transporta su mente con no poca frecuencia, siendo esta una de las características de esta narración. En su infancia y juventud, la vida lo trató como a muchos de su época, pero, lejos de hundirse en la pobreza, reaccionó «pegándose», prácticamente, de los libros. Fue —y lo continúa siendo— un políglota, deportista, piloto de aviación, profesor de música y doctor de Didáctica de la Lengua y Literatura, amén de otras habilidades. A pesar de su avanzada edad, digamos que aún se encuentra ágil debido a sus ejercicios físicos diarios, que lleva con enorme disciplina. Por todo ello, esta novela se encuentra proyectada, al mismo tiempo, en dos vidas paralelas: el presente —siendo consciente de su actual circunstancia, en la residencia—, y el pasado al que le transporta su mente, viviéndolo con una enorme intensidad, hecho que le hace ausentarse, a veces, de la realidad.
Asegura el filósofo y profesor José Antonio Marina que en la obra de un escritor se reflejan, con mucha frecuencia, algunas partes de su experiencia vital, siendo este el caso del autor de esta novela.