Tomy, profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria, mientras iba de camino al aeropuerto no paraba de pensar en aquellas tres mujeres que habían marcado poderosamente su vida: Eliana, la voluptuosa, la alegre mujer que encarnaba, como ninguna otra, el carpe diem de Horacio incitándonos a aprovechar el tiempo y no malgastarlo inútilmente en cosas accesorias; Silvia, la incondicional, su primer amor, la mujer que lo amaba a pesar de sus dudas, la compañera sosegada de una vida ideal; y Miranda, la misteriosa, la mujer detrás de un velo, la pintora de la Fajana de Franceses que se había vuelto imprescindible en el lienzo de su alma. Su vida se había convertido en un dilema.