Te animo a acompañar a Sancho, una persona como tú y como yo, en su duelo; a permanecer a su lado mirando de frente a la muerte como espectador involucrado; a ser testigo de su manera de entenderla y afrontarla; a participar de su modo de transitarla y superarla; y a ir tomando consciencia junto a él de cómo un acontecimiento súbito, fortuito y que escapa a su voluntad, altera su camino proyectado, presuntamente controlado e idealmente esbozado hasta entonces, mostrándole por delante alternativas desconocidas, nuevas incógnitas, cuyo signo definitivo dependerá fundamentalmente de su actitud al enfrentarlas. Pero no creas que el de Sancho es un caso excepcional.
En realidad, nos pasa a todos. Prueba de ello, para él, será descubrir en primera persona cómo algo similar ya les ocurrió a sus abuelos mucho antes, marcando de forma indeleble la trazada de su existencia.
Estás ante una historia de vida abriéndose paso en contraposición a su antítesis.
Trayectos vitales enmarcados todos ellos en un lugar real y privilegiado, escondido pero cercano, uno de esos rincones maravillosos en el mundo: el Parque Natural de las Hoces del Cabriel.