Los adolescentes se enamoran con mucha facilidad, tienen esta habilidad que los caracteriza, es quizás su mejor virtud o su peor defecto, lo cierto es que penetra en el inconsciente con la misma destreza con que lo hacen las notas musicales del jazz a través de los oídos.
La gran diferencia que existe entre los adolescentes y los dioses es que estos no están capacitados para enamorarse, se conforman con desear, y con la potestad que se les considera, convierten sus deseos en realidad.
¿Son acaso los dioses del Olimpo, utilizando su enorme poder de transformación, los dioses del jazz?
Los filósofos sí son capaces de enamorarse, pero no de amar, logran con su imaginación transformar la realidad en algo tan maravilloso como es la fantasía.
El estudio del «Eterno retorno» hace que los librepensadores insistan en que todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repitan eternamente.