Hay un dicho que dice:
«PADRE NO ES QUIEN ENGENDRA, SINO QUIEN CRIA».
Pero, por desgracia, ese no fue mi caso. El hombre que le prometió a mi madre que me iba a cuidar, criar y amar como una hija
más, destrozó toda mi infancia. Mientras con su hija se portaba como un verdadero padre, conmigo era totalmente diferente, me
enseñó/hizo cosas que nadie nunca se estaba esperando.
A él le gustaba ver desnudas a las niñas pequeñas, hacerles fotos en sus partes íntimas, tocarlas, etc. Estas cosas se les ocurren solamente a los pedófilos, y, para mí, él es uno de ellos.
Me llené de odio y de rencor, y por su culpa empecé a tratar mal a mi madre, cuando el que tenía que pagar era él, no ella. Hice
sufrir mucho a mi madre por su culpa. No tuve una infancia ni una adolescencia, como me hubiera gustado. La vida me golpeó muy fuerte. Hasta llegué a pensar que no nací para ser feliz, y fue entonces, en el peor momento, cuando Dios puso en mi camino al mejor hombre, que me enseñó a ser feliz otra vez y sanó todas mis heridas. Gracias a su amor y a su forma de tratarme y cuidarme pude dejar atrás todo aquello que me dolía.
Ahora sí puedo decir que estoy feliz. Tengo a mi otra mitad, y tengo a mi madre a mi lado, más que nunca. Sé que la única que nunca me va a abandonar y nunca me va a traicionar es mi madre.