La ruta de la vieja mina de carbón. Así le llaman a la senda que concluye donde finaliza el trayecto de casi cinco kilómetros que va desde Nápoles hasta el túnel de vía donde se cargaba el carbón para transportarlo al lugar de comercialización. No sé cómo supo la señorita Filomena que era el sitio adecuado para correr todos los fines de semana, por los altibajos del terreno muy bien señalizados, y lejos de la circunvalación por donde circulaban los vehículos. Ni tampoco sé cómo coincidió con el joven Fray Luis… Al finalizar la carrera, sudorosos y con ganas de pasar a la cafetería más cercana, para recuperar las calorías perdidas en el trayecto selecto, mediante un excelente desayuno.
Se acerca Fray Luis a la joven para ofrecerle su ayuda, piropeándola: «¡Hola, guapetona». Ella no habla, pero su mirada le despierta curiosidad en su ego, y vuelve a intentarlo de nuevo, quizás con más éxito…
«¡Digo yo que tanta arrogancia en tu ego no va a impedir que insista en invitarte a desayunar en la cafetería!, donde tengo por costumbre ingerir los menús todos los fines de semana, cuando termino de correr por la vía, extenuado del esfuerzo».
«Desde luego, presuntuoso sí eres, hasta conseguir lo que te propones… Soy Filomena, madrileña de pura cepa».
«Y yo soy Fray Luis, oriundo de Nápoles, doctor en Urología. ¿Qué hace una belleza madrileña corriendo por la senda de la vieja mina de carbón?».
«Pues lo mismo que tú, doctorcito, manteniendo la esbeltez de mi cuerpo»…
Por fin se acomodaron en la única mesa vacía que había, para degustar el exquisito desayuno… Y con discreción, fueron descubriendo sus perfiles.