El dolor y el sufrimiento ya vienen de la mano con nuestra existencia. En cambio, la felicidad son momentos que creamos nosotros a través de una realidad que a veces no es tal, sino sueños enfundados en nuestra alma deseosa de ver lo bello plasmado en el espejo de nuestras miserias. Y muchas veces por avatares o por nosotros mismos dejamos que escapen. En dicho poemario se plasma el lado sombrío, aciago, doloroso del poeta, porque el poeta tiene dos mundos en su interior: el mundo de los hermosos sueños y ese otro donde viven sus mayores pesadillas.
Mi intención es que al ser leído dicho poemario os pongáis en la piel de ese poeta que ve, siente, labra, siembra y recoge los frutos de una vida llena de adversidades. Porque en el fondo, la poesía no es un camino de rosas, sino un cementerio donde la desolación muchas veces envuelve a su propio ser. Y tenemos que ser coherentes con este mundo donde la poesía es sabia para lo bello y mártir para las tragedias, que a través de los tiempos se fueron desatando y se van sucediendo.