El Cerco Industrial de Peñarroya-Pueblonuevo en el Norte de la provincia de Córdoba constituyó una de las industrias más importantes del carbón y el metal en España a finales del siglo XIX promovidos por capital francés. Su amplia extensión y desarrollo dio lugar a la formación de un nuevo núcleo de población caracterizado por su gran riqueza cultural y arquitectónica debido a la confluencia de estilos importados de Francia y de las ciudades más modernas del Norte de Europa.
Tras el cierre de las instalaciones y con el antiguo trazado de la Carretera Nacional 432- Badajoz-Granada que separaba la zona industrial de la población, ésta le dio la espalda hasta la actualidad, a pesar de ser uno de los principales hitos del paisaje junto con el peñón, sobre todo por las múltiples chimeneas situadas en el punto de fuga hacia la sierra en descenso desde Peñarroya, aldea originaria que luego se uniría al nuevo tejido urbano creado en torno al área industrial, Pueblonuevo.
La profusión en el uso de las nuevas técnicas y materiales que revolucionaban la construcción en Europa dejó abundantes muestras de las innovaciones y soluciones atrevidas que sobreviven hoy, con distinto éxito, como testimonio de aquella época de progreso y que, mediante su agrupación dieron lugar a un nuevo tipo de paisaje, el industrial.
El Cerco Industrial de Peñarroya-Pueblonuevo es uno de los mayores ejemplos que hacen referencia a las edificaciones contemporáneas que paralelamente se están realizando en Francia y otras ciudades Europeas, se trata de edificios de gran extensión que con cierto carácter efímero comienzan a instaurarse para todo tipo de usos, y en este caso, vemos en el Cerco Industrial, un ejemplo de esta tipología para Edificios Industriales que debido a sus características de espacio respondería a todas las exigencias funcionales de su uso. Muchos de estos edificios y teniendo su máximo exponente en el Edificio de la Fundición de Plomo, dentro de una época donde la arquitectura está ligada a la industrialización y donde las únicas constantes en los edificios van a ser la tecnificación de las soluciones y la tendencia al funcionalismo, se mezcla la inspiración de diferentes estilos históricos en la composición de sus grandes fachadas. En este tipo de arquitectura de recreación historicista se va a dar la libertad de escala que la tradición clásica no posibilitaba.
Todas estas industrias e instalaciones son las que constituyen el conjunto de este patrimonio que se compone por casi un centenar de edificios muy variados que forman distintas agrupaciones según el uso a que estaban adscritos. Así podemos encontrar instalaciones mineras, talleres, fábricas, instalaciones siderúrgicas, almacenes, cocheras y edificios administrativos y sanitarios. En conjunto la mayoría de estos edificios son muy disímiles entre sí, debido generalmente a sus distintas épocas de construcción aunque el grueso de los edificios más importantes o significativos fueron levantados entre los últimos años del siglos XIX y los primeros del XX. El más antiguo de ellos se podría datar hacia 1870 y el más reciente sobre 1940, aunque la gran mayoría pertenecen a los últimos años del siglo XIX y primeros del XX.
Este libro se compone de dos mitades claramente diferenciadas: una memoria donde se hace una aproximación histórica y humana al patrimonio estudiado y un exhaustivo fichero donde por primera vez se detallan, casi piedra a piedra y cascote a cascote, cada uno de los edificios, ruinas y lugares, con una escrupulosidad lo más absoluta posible. También recoge todo tipo de información geológica, geográfica, histórica, minera e industrial suficientes como para tener una amplia base contextual desde la que poder aproximarse razonadamente y con rigor a los bienes que fueron propuestos para su protección como Bien de Interés Cultural. El fichero es por sí mismo un catálogo de conocimientos indispensables para comprender el meollo y las entrañas del Cerco Industrial. Una nutrida selección de fotografías históricas y del momento, 2005, ayudan a esta comprensión.