El color de los hidrocarburos es la historia de una mujer herida y emocionalmente agotada por entregar a la vida mucho más de lo que esta le devuelve. Es también la historia de una niña de familia acomodada nacida en la posguerra que se convierte en quien el destino, que otros le trazaron, no tenía previsto para ella, gracias a la fortaleza encerrada en su cuerpo maltrecho. Pero, sobre todo, es una historia de batallas ganadas, de superación de complejos y de aprendizajes valiosos, en la que las recuperaciones personales se construyen sobre pilares sólidos. Sólidos porque no ocurren al cambiar las circunstancias y las realidades, sino por la capacidad de estas mujeres para enfrentarse a ellas.
Victoria siempre ha sido sobresaliente. Desde que tiene once años sobresalen su inteligencia, su generosidad y también el implante coclear de su oído derecho, que desde entonces la define. Cuando Fran la deja, cae en un pozo del que ni su bondad ni su brillantez la podrán sacar. Necesitará aprender a no hacerse daño, a transformar sus inseguridades en fortalezas y a descubrir que las marcas de su cuerpo pueden dejar de ser enemigas acérrimas y convertirse en aliadas estratégicas. Por suerte, encuentra la ayuda de la tía Natalia, que le lanzará la cuerda para trepar desde la oscuridad del fondo.