‘Arte que emplea como instrumento la palabra’. Así define la RAE la literatura. Así de sencillo, así de hermoso. No hay que ir más allá. He recurrido a esta definición después de leer El Diagnóstico, la última obra de Juan Rebollo Ruiz, con el doble objetivo de intentar trasmitir al nuevo lector mi impresión inmediata, antes de invitarlo a imitarme. Juan, mi querido Juanito, lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a escribir una buenísima novela, tan dinámica como amena, cargada de buena literatura y trama tan compleja como bien llevada. El Diagnóstico es un libro completo en su estructura, al tiempo que de amena lectura. Nada falta en esta novela que no cumpla con nota ante la expectativa del lector. Hay de todo. El Diagnóstico sorprende por su vibración, por la cantidad y calidad de sus personajes, por las múltiples y talentosas soluciones a complejas situaciones y entuertos. No falta la magia ni el cálculo, acordándome, en este momento, del descifrado de una de las claves del relato. El Diagnóstico, como en toda la obra de Juanito, está el amor. El de verdad, como epicentro de su relato. El amor y el desamor. Los rencores (algunos reparados), los engaños, las mentiras, la tristeza y el optimismo. Este último concepto, como una novedad. El autor, en su madurez, habiendo pasado,
caminado y superado muchas estaciones y paisajes, no todos aptos para cualquiera, ha llegado a su cenit. Este es, en mi opinión, el gran secreto y la fuente de donde surgen nuevas ideas, situaciones y soluciones, que en sus anteriores obras podrían echarse en falta y que se pueden resumir de forma simplista y categórica como frutos del optimismo, un nuevo estado de espíritu que tan bien y con tanto placer se palpan en este libro. El lector me dará la razón y no tengo ninguna duda de que llegará a descubrir, con deleite, una enorme cantidad de matices que con mi natural atropello no he alcanzado a ver. Que usted lo disfrute.