La vida de Juan Martín Díez El Empecinado comienza en 1775, fecha de su nacimiento, y termina en 1825, año en que fue vilmente ejecutado en Roa (Burgos); cincuenta años de los más convulsos de la historia española. A finales del siglo XVIII la vida de los españoles, y también de los europeos, fue sacudida por el vendaval de la Revolución Francesa; y en los inicios del siglo XIX los inconsistentes cimientos del Antiguo Régimen comienzan a desmoronarse a consecuencia de la revolución liberal que surgía en España al mismo tiempo que el país iniciaba una guerra desesperada y suicida para defenderse de la invasión napoleónica. Durante la Guerra de la Independencia Juan Martín, un humilde labrador de la Castilla profunda, luchó como nadie por la libertad de su patria y de su rey; él esperaba que este rey “deseado” trajera la libertad política al pueblo español que había entregado su sangre y su hacienda por la misma causa. Pero en 1814 Fernando VII volvía de Francia para ocupar el trono español, imponiendo un absolutismo feroz e intransigente, olvidando los sacrificios inauditos de una gran parte del pueblo español. El Empecinado, acabada la guerra contra el francés, decidió seguir luchando para intentar conseguir un régimen político, basado en la soberanía nacional y en las libertades recogidas en la Constitución de 1812, que permitiera al pueblo gozar de la libertad que nunca había alcanzado. Para ello tuvo que enfrentarse a un Rey desagradecido y felón, a las élites conservadoras, a una Iglesia egoísta y fanática, y hasta a los de su misma clase, campesinos ignorantes adoctrinados por clérigos fanáticos que les impulsaban a rechazar la libertad y abrazar las “cadenas”. Juan Martín permaneció fiel a sus principios liberales porque siempre creyó que éste era el camino para la redención de España. Por esto fue odiado, perseguido y condenado a la horca por los reaccionarios absolutistas, por el clero fanático de la época y por un rey desagradecido y cruel a quien él había servido con lealtad.