Alexandra no creía en el amor a primera vista, para ser exactos, no creía en ningún tipo de amor, tampoco creía en el destino y, por supuesto, no creía que existiesen los orgasmos que te dejan sin respiración, lo que sabía a ciencia cierta es que las tres cosas estaban sobrevaloradas. Ella creía firmemente que vivir en modo avión no era triste, sino cómodo.
Jon no creía en el amor a primera vista, para ser exactos, creía que el amor existía para amargarte la vida, odiaba las frases motivadoras y todo lo edulcorado tanto como le gustaban las palabras contundentes, aunque perteneciesen al infravalorado registro vulgar. Él sabía por experiencia que la vida no era un anuncio de Estrella Damm, pero por fin estaba en standby y mientras siguiese así todo estaría bien.
Alexandra creía haber encontrado todas las respuestas, Jon había decidido dejar de hacerse preguntas. Hasta que aquel día tan normal y tan insípido como cualquier otro, sus miradas se cruzaron empujándoles con fuerza hacia la vida y arrasando con todas las mentiras que se habían contado a sí mismos para acallar el dolor.
Quizás el amor no sea la respuesta, quizás sea la semilla de todas las preguntas y la única forma de responderlas sea viviendo intensamente a pesar de los obstáculos, a pesar de los riesgos, a pesar de los miedos…