El señor Maulet, antigua lumbrera universitaria caída en desgracia por sus actos pedófilos cuando vivía en París, se mueve en la Barcelona vieja, con su pequeña pensión, unas escasas plumas, sus aficiones literarias, más unos deseos que apuntan insistentemente al pecado de gula. En sus paseos tropieza con un brocantero al que compra libros y objetos que acaba subastando como alivio de su miseria. Entre los textos encontrados figuran muchos de magia, en los que se menciona la posibilidad de existir como reencarnado. En medio de tantos papeles, Lázaro Maulet descubre un mecanoscrito titulado El gato de Balzac, curiosa historia de un hombre que muere por arma de fuego para transformarse en gato, que a su vez tiene el mismo fn. Una sucesión perversa que nos lleva a conocer al mismísimo felino que tuvo Balzac.
La proximidad entre el intelectual desvalido y el brocantero los lleva a discutir sobre lo divino, la vida y la muerte. Ambos saben del terremoto de Lisboa que liquidó cien mil portugueses, justo cuando daban gracias a Dios, dejando intactos los lupanares. Fue obra del satánico almirante Belial, que luce un anillo de rubí en el anular robado en la catedral. De esta joya, más un espejo negro que refleja en un instante pasado, presente y futuro, sabe el anticuario que pone en contacto al intelectual con extraños personajes. Tras el asesinato del protagonista, la policía se interesa por el caso, práctica mente sin nexos con la realidad.