Este cuento relata la posición asumida por ciertos personajes, quienes habiendo sido adornados con todos los atributos que cualquier ser viviente hubiese querido poseer: porte de príncipes, capacidad intelectual extraordinaria, con fuerza e inteligencia de superdotados, aunado al don de la comunicación y del convencimiento, de parecer verdaderos caballeros, dotes que aprovechan esos elegidos, para hacer el mal, para cometer todos los desafueros que se le vengan a la mente, por creer que tienen el derecho de hacerlo, para apropiarse de las virtudes, de las caricias, del dinero, de los bienes hasta de sus vidas y mujeres, sin que nadie los puedan tocar ni siquiera un ¡pelo!, menos reprocharles, ya que tener PODER Y DINERO, le convalida sus desafueros, es como un reproche un a la vida por haberlos hecho nacer equivocadamente en un hogar de pobreza extrema. Son los “intocables” que han basado sus arbitrariedades en el poder del dinero , obtenido mediante ardides, dañando a todo aquel que se le haya atravesado en su camino, sienten erradamente que al poseer millones, ese es el Dios único que existe: los dólares, los euros, al tenerlos, inmediatamente se transforman: en El hombre que lo compraba todo, la razón de esta metamorfosis, una sola: la rabia que sienten en su corazones, por no haber nacido, cuando menos en la calidad de hijos de un HIDALGO, si son descendientes de un latinoamericano, peor que peor, por cuanto aún cuando lo nieguen, se sienten inferiores, y la única forma que conciben para triunfar, de que se les vean superiores, es la de conquistar un gran poder, como sea, “cueste lo que cueste”. Así, pierden el norte de sus pobres vidas, su salud, no se dan cuenta de nada, por vivir creyendo que hasta la vida la pueden comprar: error garrafal por estar basada en esa falsa opinión de que: “todo en la vida tiene su precio y se puede comprar”. Se olvidan de que existe un verdadero dios, al que no podrán comprar, menos la vida que solamente él la entrega. Al final como todo ser viviente: morirán. esto le sucedió a Tony Brons.