La abuela de mi amiga Martina formaba parte de una mesa camilla de faldas floreadas sobre la que reposaban una caja de acuarelas y un pequeño caballete, que eran su mayor tesoro. Solía pintar en silencio mientras su mente viajaba al pasado, a los años vividos en París, a la luz, al color, a un amor que se desvaneció, a las detenciones, al horror de la guerra…
En los momentos de más nostalgia venía a su memoria la melodía inacabada de un violín. Era entonces cuando escribía aquellas cartas que jamás echaba al buzón.
Por cierto, soy Irene y esta también es mi historia.
Conocí a Martina en los años sesenta, cuando llegué al pueblo a la casa de mis abuelos. Mi padre había emigrado a Alemania y la añoranza por su ausencia me llevaba a mirar cada día el horizonte desde la buhardilla. Lo que no sabía era que más allá de esa línea lejana me estaría esperando el destino para ponerle un punto y seguido a la historia de París.
Biografía:
Nació en Campo de Criptana (Ciudad Real) en febrero de 1957 y, desde los doce años, reside en Illescas (Toledo). Castilla-La Mancha es, por tanto, su tierra. Aunque parte de las ramas de su árbol genealógico se pierden por Madrid y el noroeste de España. Su temprana afición por las letras empezó a los cinco años, cuando descubrió, en sus primeras lecturas, el placer de la poesía. Entonces se propuso ser poeta. Hasta que al llegar a la adolescencia, su padre, fotógrafo de profesión, le ofreció otro camino poniendo en sus manos una Nikon y la posibilidad de aprender a su lado. A los veintitrés años se casó, nacieron sus hijos y cambió la fotografía por el sector del mueble. Durante todos estos años, Carmen nunca abandonó el sueño que tuvo de niña, escribiendo para ella misma y los suyos relatos, poesías e, incluso, una colección de cuentos infantiles. En 2014, su primera novela, Donde brotan las violetas, fue seleccionada entre las diez finalistas del Premio Planeta.