Lo que tiene entre sus manos, estimado lector, es un libro de aforismos. En él se habla sobre el lenguaje y la escritura, y también sobre la belleza, el dolor, la conciencia, la obsesión, la infancia, lo santo… Nada nuevo bajo el sol. También las imágenes son clásicas: espejo, noche, azul, mar, batalla, ojos, voz, máscara, etc. Conviene decir, por lo demás, que no se defiende aquí ninguna tesis, no se trazan argumentos.
Cioran, quien frecuenta algunas de estas páginas, definió la filosofía como el «sistema de las perplejidades». El autor ha intentado poner voz a las perplejidades del lenguaje: también a sus claridades, a sus ingenuidades. Divididos en siete secciones, los ciento cincuenta aforismos de El lenguaje y sus espejos son un continuo cuestionamiento del acto mismo de escribir (y de hablar, y de callar). Como el autor mismo dice hacia el final: «No buscamos la convergencia de nuestros pensamientos en esa palabra sacrosanta, sino que trabajamos nuestras frases en el rigor de la Palabra». Este libro es una búsqueda del acto de escribir; su intención es realizar verdaderamente ese acto. Y, sea lo que él sea, ahora concierne al lector la parte especular: leer verdaderamente.