En la terminología médico-científica se utiliza el término ‘apoptosis’ para denominar la “muerte silente” de una célula. Así, hay pues, células en nuestros tejidos orgánicos que siguen el programa de una muerte anunciada, determinada, pero que no alteran las células anexas ni provocan una respuesta inflamatoria ni otra clase de “ruido”. Son células que desaparecen, que mueren en un latido mudo, en un breve aliento. A lo largo de mi experiencia he visitado ciudades, pueblos, calles; he leído; he escuchado música y visionado obras pictóricas. Y lo que más me ha sorprendido, sin duda alguna, es descubrir tanto talento escondido en los lugares más recónditos, en las esquinas donde el viento no sopla ni circulan mercancías; a lo sumo, una boina donde flotan algunos céntimos o un perro acurrucado. Así, me he dado cuenta de que los premios no se corresponden con los dones, ni a un don se le asigna un premio. Hay genios que viven su locura sin un techo ni un plato de sopa tibia. Pero la ejecución de las habilidades de esta gente anónima y gris deja huellas que, unidas, realzan la belleza de un mundo rico en matices. Y todo ello sin ruido, sólo un sordo quejido en una noche de frío, un rugir en las tripas a causa del hambre…; todo ello así, en armonía de luz pálida y lúgubre y, sobre todo, y esto hay que decirlo, en las lágrimas: en las lágrimas de un LLANTO APAGADO.