Igual que el pueblo húngaro alojado entre guerras en busca de su identidad, la protagonista, Orsolya, nacida en ambas orillas del Danubio y tomando de sus aguas turquesas todo su ingenio, no pudo disimular su protagonismo en aquella sociedad turbulenta siéndole imposible encontrar su felicidad.
Nacida de una familia judía, se educó bajo las directrices de la sinagoga, configurando una vida de ilusión, motivada en parte por el viejo violín de su abuelo Jacob. Por la comprometida voluntad de su padre, ingresó en el Conservatorio de Viena para obtener el doctorado e intentar conseguir la plaza de concertista en la Polifónica de Viena. Tanto ella como su marido, médico del hospital general y víctima del Holocausto, vieron truncadas sus carreras por la persecución nazi. Este acontecimiento le obligó a migrar a Nueva York, mientras su hija Dorottya continuaba estudios de Biología.
La añoranza fundamentada en el dolor y cierta desesperación ocasionada por la exuberante arquitectura de la ciudad, el individualismo y la excesiva libertad sentida en sus entrañas, fueron causa suficiente para volver a Budapest. En esta ciudad se encontraron con el asedio permanente de los soviéticos, desembocando en los sangrientos días de la revolución del año 1956. Dorottya y su amante formaron parte del núcleo duro de la revuelta.
Estos hechos les obligaron a toda la familia a volver a Nueva York, después de un memorable concierto en Viena, en la Sala del Auditorio Nacional, donde las notas del violín de Orsolya desprendieron el