Caído de la gracia del rey tras las dudas y remordimientos que el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, crea en la conciencia de Felipe II, el III marqués de los Vélez, don Pedro Fajardo Fernández de Córdova, mayordomo mayor de la reina doña Ana, enfermo y abatido por la desgracia, abandona la corte para, en su decir, retirarse a buen morir a sus estados de los Vélez.
En su mente se atropellan los recuerdos de las múltiples situaciones vividas a lo largo de su azarosa vida y, en un arrebato de vindicación, decide dejar constancia de ellos para conocimiento de las generaciones futuras.
Simulando un lento peregrinar por la amplia estepa manchega, troca su personalidad con la de su mayordomo, quien le suplanta en el vagar de la comitiva, para, a uña de caballo y en compañía de su fiel caballerizo, emprender una veloz huida hacia su fortaleza-palacio de Vélez el Blanco donde, amparado por el secreto y la discreción de sus súbditos, dar inicio a la redacción de estos papeles en los que, de forma sincera y descarnada, relata minuciosamente los hechos y avatares que condicionaron su aciaga vida.
Grandes amores, felices unos, tortuosos los más; pasiones frustradas; esperanzas fallidas; confianzas traicionadas…. se dan cita en ellos sin que la pluma del marqués se amedrente ante secretos celosamente guardados u opiniones, hasta entonces, prudentemente reservadas.
Un cúmulo de personajes, entre los que destaca la figura, siempre ecuánime y protectora, de su mentor don Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, y la de su díscola e intrigante esposa, doña Ana de Mendoza, junto a la del astuto secretario del rey Antonio Pérez, desfilan por ellos dejando constancia de los intereses, espurios las más de las veces, que en algunas personas promovieron sus conductas.
En el trasfondo de todo, la persona del rey Felipe II, quien con sus ambiciones, dudas y vacilaciones provoca las intrigas de una corte que le ama, le admira y… ¡le teme!