Hace ya varias décadas se extendió por el archipiélago de Kadama una corriente de teorías de lo más fantasiosas, estas buscaban resolver una serie de enigmas que, hasta la fecha, se habían mantenido impertérritos. Se trataba del comúnmente apodado misterioso lago de Gosho, un lugar situado en la cima de una de las cuatro islas de la región, aparentemente sin nada de especial, aunque, según se rumoreaba, yacía sumergido en un aura de lo más insólita. La escasez de información y el desacuerdo entre aquellos que se dedicaron a investigarlo causó un abandono masivo en la búsqueda de respuestas, por lo que aquel lago recóndito recuperó su habitual tranquilidad.
Un tiempo después, dos chicos de dieciséis años, Conan y Kira, originarios de Yaiba, una de las otras tres islas, se mudaron a Gosho en busca de nuevas sensaciones, pretendiendo huir así de la monotonía que llevaban experimentando más tiempo del que querían reconocer. Y, de esta forma, sin siquiera ellos saberlo, se embarcaron en un viaje que desencadenó una multitud de acontecimientos increíbles: nuevos aprendizajes, amistades de lo más variopintas y un cúmulo de experiencias por poco inverosímiles. Aun así, consiguieron poner los pies en la tierra y adentrarse a base de ingenio y creatividad hasta el fondo de la cuestión; el célebre, aunque ya olvidado, enigma tras El misterioso lago de Gosho.