El padre Gonzalo, un joven seminarista que se inició como alumno del seminario eclesiástico por los años sesenta en la ciudad de Badajoz, comenzó con una enseñanza paralela a la que recibía en el seminario, que luego sería el camino al que dedicó su vida. No quería ser sacerdote de iglesia, como él mismo dijo, quiso estar con los necesitados, con los que no tenían, de esa manera, ayudó a todos los que pudo. Hay episodios conmovedores, como el caso del niño lisiado al que regaló la silla de ruedas.
Otros como la «resurrección de la chica accidentada» que, según los médicos, había fallecido. O su propia resurrección, según los médicos.
Contó con la ayuda de personas como el Sr. Nuño, un hombre bueno que cada día se encargaba de llevarle la cántara de leche para que la repartiese entre los niños. También los grandes comerciantes de la ciudad tuvieron mucho que ver con todas las ayudas que dio el padre Gonzalo. Fue una persona que se entregó en cuerpo y alma para ayudar a los necesitados, con una asombrosa consagración que seducía a los que le rodeaban, llegando a convertir la ayuda a los demás en su obsesión.
Una novela que te gustará.