El Reflejo no es un libro de definiciones de conceptos, ni es un manual pedagógico ni de comportamientos sociales de los ciudadanos, ni tampoco ofrece datos estadísticos; sino de observación de las vivencias de los hechos y actitudes de nuestra sociedad que no necesitan del erudito para percatarlas y una mera remisión a lo que las cosas deben de ser ética y moralmente. Así, lo que más quisiera abordar es el aspecto ético que supongo, debe ser el cambio de mentalidad que exigen los humanos y que debe operarse en cada individuo de nuestra sociedad desde su puesto de responsabilidad para patentizar la voluntad de cambio y de mejora que la sociedad espera de la responsabilidad de cada individuo.
Trabajar en un medios de comunicación de babel y en una sociedad fiscalizada por conductas heterogéneas es una tarea muy ardua, porque los profesionales se enfrentan a muchos conflictos a la hora de investigar, meditar, hablar y escribir sobre sus obligaciones: de dar a conocerlo todo cuanto ocurre en su alrededor y lejos de él; por lo cual, su papel en la sociedad puede según casos, ser digno de elogios y de críticas. Porque el reto del periodismo es mostrar de la forma más fidedigna posible una realidad siempre compleja y que a menudo aparece distorsionada por la controversia ideológica. En situaciones altamente polarizadas por la pugna política, ofrecer al lector una visión lo más objetiva posible exige un ejercicio de distanciamiento que no siempre somos capaces de hacer. Y nos quedamos estancados en el lenguaje. Unas veces porque no utilizamos las palabras adecuadas y acabamos diciendo lo que no queríamos decir; y otras, porque, con la elección de determinadas palabras, no mostramos dicha realidad de manera objetiva, así como nuestra particular visión de la misma.