Las tripas de esta leyenda, típica de una novela, está condicionada a dos etapas diferentes, que, analizándolas con sensatez, tienen menores similitudes de lo que aparentan si las comparamos virtualmente en función de cómo les tocó bregar, de acorde a los hechos circunstanciales sometidos desde los poderes del Estado, a quienes nacieron en la época más complicada del siglo XX…
La primera parte trata de los sucesos acontecidos desde el reinado de Carlos IV el Cazador y sus descendientes hasta la transición de la dictadura a la democracia parlamentaria. Haciendo hincapié en los sinópticos episodios transformados en leyendas difíciles de olvidar por lo abominables que fueron en detrimento de los españoles. También es cierto que para quien maneja las riendas del poder se escuda en la retaguardia para no sufrir ningún daño, ni echar de menos la escasez de alimentos, cacerías
y otros eventos donde formalizan sus encuentros con exquisitos manjares, juergas y todo lo que esté relacionado con la farándula. No pueden decir lo mismo quienes sufrieron los inconvenientes, que aunque merecían una reconvención como seres humanos no se la dieron.
Reconociendo aun que era inmoral el comportamiento de las democracias occidentales, decidieron dar la espalda a los españoles cuando no tenían nada con que llevarse a la boca, optando por bloquear los servicios de ayuda con el propósito de estrangular la economía española para derrocar el régimen franquista. Pues, aunque parezca mentira, yo doy fe de los sucesos acontecidos en esa etapa porque los he vivido.
La segunda parte de la obra trata del ajuste de cuentas con las personas de diferente forma de pensar, tanto del bando republicano como del monárquico. Hubo muchos asesinatos durante el tiempo que duro la contienda, pero elegí el que más repercusión tuvo en el ámbito social. Por eso se dio a conocer en la prensa el asesinato de los padres de una niña en agosto de 1936, cuando paseaban con su hija al atardecer cerca de donde vivían. Tras socorrerla, la joven transeúnte que pasaba por allí casualmente —aunque en un principio dudó qué hacer con ella— optó por llevarla a su domicilio. También cuenta la atrayente historia de un joven que emigra a Madrid tras cumplir el servicio militar; podía haberse declarado objetor de conciencia, pero estaba mal visto en aquella época de turbulencias sociales. El intrépido muchacho no se amilanó cuando se apeó del tren en la estación del norte de Madrid, siguió pululando a la par de los viajeros hasta llegar a la Plaza de España. Allí preguntó por la pensión sita en calle San Ignacio de Loyola donde le habían dicho que admitían huéspedes fiando, a cuenta de pagar cuando encontrara trabajo.
Conseguiría seducir a la dueña… Precisamente coincidió en la posada donde la concurrida madre la había criado, educado y protegido a la niña huérfana, más o menos de la misma edad…
Habrá boda al finalizar la historia… o se quedará en una simple ilusión.