Hace un tiempo, leía “Cuerpos y almas” de Maxence Van der Meersch.
Estaba estirado en el césped, a la sombra de un árbol y, en un momento determinado de la lectura, cerré el libro y le lancé a cierta distancia.
Crucé mis manos entre la nuca y el césped y, rápidamente, me di cuenta que, aquello que me había hecho arrojar el libro, era lo mejor que había leído hasta entonces. Reflexioné, apliqué lo aprendido y, aún hoy, pongo ejemplos de todo aquello que me marcó.
El principal objetivo planteado al escribir “El Secreto de Sofía” es que, el setenta por ciento de las conclusiones a las que nos pueda llevar, correspondan al lector o lectora. El treinta por ciento, debería ser en contenido real escrito.
Se plantean varios temas (adopción, vida en pareja, educación, celos, eutanasia, sexo…) y se hace en forma de pincelada a la que nos iría muy bien enriquecer con nuestras propias conclusiones.
Por muchos canales se nos informa de la importancia de la lectura. Y, con las frases cortas, el diálogo sencillo, con el huir de determinados tecnicismos, así como con el desarrollo de una acción tras otra, he querido contribuir a esa práctica lectora.
Me gustaría que así fuera.