El Señor de las Islas
Sigo XIV; la humedad y el frío eterno de las islas del norte de Escocia le traspasan la piel llegando implacables hasta sus huesos. La frondosa maleza empieza a clavarse bajo ella como un ejército de dagas, pero es incapaz de moverse. Logra despejarse el cabello, arrastrando por su rostro el barro y la sangre que le cubren los brazos. No es su sangre, pero no por eso duele menos. Clava con saña las manos en la tierra, cerrando los ojos con fuerza hasta que solo ve destellos.
¿Por qué o quién está destruyéndoles? ¿Inglaterra, el propio señor de las islas?
Son demasiados Guardianes los que han dado su vida por Escocia, y esta guerra parece no tener fin.
El repentino calor tras su espalda la sobresalta, pero continúa con los ojos cerrados.
Sabe quién es, y solo su presencia, silenciosa, y sus brazos rodeándola, calman su respiración, provocando una lágrima que encierra demasiado pesar.
—¿Volveremos a ser libres?
Se hunde en ella respirando acompasado, alcanzando sus manos clavadas en la tierra y fusionándose así con el mundo que les quieren arrebatar, siendo tajante en su respuesta.
—Sí.