A mediado de los años setenta del siglo pasado el Comité de Seguridad del Estado (Komite Darzhavna Sigurnost) gestó un plan para mejorar la seguridad y protección del presidente del Consejo de Estado: con ese plan querían comprobar sí cualquier ciudadano normal, un ciudadano que aparentase ser buena persona, que trabajase en un puesto de responsabilidad, que estuviese felizmente casado y con familia, que fuese respetado por sus conciudadanos y amigos —al que el Estado le pague la carrera universitaria, la vivienda, los cuidados médicos, las vacaciones, además de proporcionarle un coche a bajo precio—, estaría dispuesto a matar al presidente del Consejo de Estado de la República Popular de Bulgaria si se lo propusiera una potencia extranjera a cambio de una buena suma de dinero y facilitarle la huida a occidente, donde viviría una vida regalada. Para materializar ese plan, la seguridad del Estado elige a Iván Alexandrov Hristov, un funcionario de aduanas, que además es un tirador con armas de fuego fuera de serie.