La vida municipal figuerense ha venido respondiendo en los últimos casi cuarenta años al arcano del doce: doce años de gobierno de CiU-Marià Lorca, doce años de PSC-Joan Armangué y doce años de CiU (y sus derivados) Vila-Felip-Masquef. Hasta la fecha, nunca había ocurrido que la formación política más votada en las elecciones municipales, aunque no alcanzara por sí misma la mayoría suficiente para gobernar en solitario, sufriera un liliputiense acoso por parte de los partidos menos votados, de manera que su cabeza de lista no consiguiera ganar y mantener la alcaldía durante el correspondiente mandato municipal.
Por sentido de respeto democrático o por incapacidad de sus oponentes de llegar a acuerdos para conformar coaliciones, los equipos de gobierno municipales estuvieron liderados por el partido con mejores resultados electorales previosNo ha ocurrido lo mismo tras las elecciones de 2019: el acuerdo, contradictorio si se quiere, entre cuatro grupos minoritarios (ERC, PSC, Guanyem Figueres y Canviem Figueres) ha roto, si no el principio, sí la praxis (la costumbre también suele hacer ley) de configurar los gobiernos alrededor de la lista más votada, la de Junts x Figueres en este caso, como marca blanca de Junts x CAT.
Tal vez la crónica de los acontecimientos de este último docenio, narrados a través de los artículos publicados en el Diari de Girona, nos ayude a comprender las razones de este fenómeno y así dilucidar si ha sido debido a un simple tropiezo del nacionalismo burgués, a sus graves errores de gestión, o a los efectos del fatídico arcano y, de esta manera, nos encontremos ante otro período de tradición cabalística de izquierdas