Esta es la historia del periplo que nos llevó a mi antiguo señor Gayo y a mí desde nuestra placentera vida en Itálica hasta los confines de la India, al corazón de las Gangáridas.
No sé si fueron los dioses o las parcas, o acaso la maldición de Clito, quienes decidieron involucrarnos sin nuestro consentimiento en la mayor epopeya desde los tiempos de Ulises, pero ruego a quien sea responsable de nuestro infortunio que nos deje regresar a casa de una vez, pues ya van para X años desde que emprendimos el viaje.
Todo empezó la noche que, aprovechando la fugaz visita del emperador Hadriano a su ciudad natal, mi dómine Mamerco Emilio organizó un banquete en su honor. Dudo que ese día cambiara en algo el destino de Roma, a juzgar por cómo terminó la fiesta, pero sí cambió para siempre el de su hijo Gayo.
…Y el mío, por añadidura…