La novela es un testimonio del protagonista, testigo y participante de los acontecimientos que trajeron la Democracia a España.
El protagonista llega de provincias a estudiar a Madrid en el año 1964, imbuido de unas ideas revolucionarias; se encuentra y choca con la propia realidad de los hechos. El primer detonante que le remueve su conciencia es la noticia del fusilamiento, el año anterior, del militante del partido comunista Julián Grimau.
Decide escribir un diario con sus reflexiones sobre la situación que se está viviendo en Madrid, en el mundo universitario, en el que bullía soterrado un gran movimiento contestatario contra el régimen, que también se extendía a una parte de la clase obrera e incluso a sectores de la propia Iglesia.
La vida en la gran ciudad se abre ante él en su más cruda realidad, y las ideas preconcebidas que trae al llegar a Madrid comienzan a sufrir una revisión, sobre todo en lo que se refiere a cómo se había llegado a aquella dictadura y el procedimiento para cambiarla. Busca en la inmediata guerra civil las causas de esta situación, lo cual le lleva a nuevos replanteamientos, influido por los personajes que va conociendo y las situaciones por las que él mismo atraviesa. Tales son el ambiente efervescente y ácrata que se vive en el barrio de Argüelles y la famosa carga policial de febrero de 1965, que tiene como consecuencia la expulsión de sus cátedras de los profesores Aranguren, Aguilar Navarro, Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván. El protagonista es víctima de la misma y sufre una fuerte agresión física de la policía.
Sus relaciones abarcan un amplio espectro aparte del mundo universitario: curas, obreros, trabajadores; las reuniones clandestinas en pisos, preparando los pasquines para ser lanzados como propaganda en la facultad; las acaloradas discusiones de cómo debe llevarse a cabo la revolución para derribar al régimen. Descubre que entre aquellos revolucionarios hay muchos oportunistas junto a verdaderos idealistas. La lectura apasionada de libros entonces prohibidos —Eric Fromm, Herbert Marcuse, El Capital de Marx o la filosofía del movimiento hippy, etc.— también lo marca profundamente.
Pero no solo el protagonista se adentra en aquel mundo, sino que también conoce a otras personas, muy especialmente a mayores que hicieron la guerra civil, y a través de ellos va recibiendo una información que desmonta la idea tópica que tenía de esta guerra en muchos aspectos. Las conversaciones que mantiene con viejos republicanos y falangistas combatientes en la guerra civil le abren otro mundo en la interpretación de la propia guerra, que contrasta con las ansias revolucionarias de sus colegas agitadores. Estas experiencias le llevan a reflexionar sobre las causas, que no eran tan simples como las que defendían aquellos colegas suyos revolucionarios, sino que eran más profundas y estaban en la historia.
Las distintas pensiones y pisos en los que vive, con muchos colegas que son de lo más variopinto, le permiten conocer a muchos extranjeros, con lo cual se le abre otra vía de contrastes con respecto a otros países. Las discotecas populares de la época, los clubes y guateques son acontecimientos que pasan ante su vida como un escenario vivo y palpitante de la época, tan cargada de expectativas como de inseguridades e incertidumbres ante el cambio que se columbraba en el horizonte.
La novela no es una mera enumeración de los acontecimientos como hechos fríos y asépticos, sino como los ve y los interpreta el joven protagonista, que es hijo de una generación que hizo la guerra civil y que va recibiendo una información de la misma tanto de los vencedores como de los vencidos.
Su generación, nacida entre los cuarenta y los cincuenta, vivió bajo los efectos de todas las prohibiciones y represiones, y quiere romper con ellas y cambiar la sociedad, tanto política, económica como religiosa. Pero cuando lo intenta, se encuentra ante el dilema de su educación familiar conservadora, que le hace dudar. Es un obstáculo que lastra sus ideas revolucionarias de cambio. Este es el eterno dilema del protagonista en casi todos los aspectos ante aquella sociedad con la que quiere romper. Aspectos como el sexo, la lucha ideológica y las dudas que le asaltan van conformando una personalidad que le empuja cada vez con más fuerza hacia una revisión y estudio de la historia de España, buscando en ella el origen de aquella situación. Así nace su vocación de historiador.
La novela describe a pie de obra los lugares más típicos de aquel Madrid: las salas de baile del barrio de Argüelles, las películas de Bergman y Fellini, los restaurantes, los libros prohibidos. Al final, traza una biografía de todos aquellos compañeros de revolución y su dispersión y adaptación a la nueva vida social en sus diferentes aspectos, ya en plena democracia.
Isidro González García