Esta obra no es un caso único. Cada cierto tiempo un hombre cualquiera es tentado y se cree capaz de producir una versión propia de la vida y obra de Jesús de Nazareth, bien para corroborar o falsear hechos estabilizados por la ortodoxia, bien para darle un nuevo – a veces herético- significado al símbolo.
La religión cristiana tolera que el canon de su fundador sea corrompido por nuevas plumas. Según el lector, esta obra será valorada como apologética, irreverente, devota o debeladora, ensañada o sublimada por quien no llegó a creer ni a descreer lo suficiente. No estoy seguro si se debería llamar el quinto evangelio, o el evangelio de los evangelios, o el auténtico de los apócrifos o el antievangelio. El paradigma de mi símbolo es el Dios que anduvo sobre las olas y que presentó a la mujer un cántaro de barro con agua mientras le decía bébeme, que soy la vida. No he escrito sobre su divulgada pasión y muerte, porque nada hay que añadir al relato epigonal que nos dejó Pilato.