En Empo. Grito y guerra, primer libro de Laura Pasamar Sacilotto (Alcalá de Henares, 1990), la palabra poética adquiere espesura vital y a la vez bocal (acción y coda sugerida desde el título), más allá de la forma, ya que alterna e integra con igual éxito verso y prosa poética sin perder intensidad, o mejor dicho, poniendo por delante el cuerpo a la palabra para reforzar cada emoción, para refrendar cada experiencia. Así, a medida que la voz crea su espacio y se asienta, el tamiz identitario se vuelve palpable a lo largo del libro, y deja entrever sin temor diversas tonalidades —algunas en tono menor, otras en tono mayor—, que bajan a la página a hilvanar un decir propio: el testimonio, la confesión, la crónica, es decir, diversos gritos que sirven de coordenada al lector para rastrear el origen último de esta voluntad lírica y nómade: «[…] lo importante es hacer lo que te mueve».
La libertad bajo palabra, o la palabra como símbolo de libertad, son caras de un mismo trazo en este libro. De ahí el carácter introspectivo de varios poemas, así como el interés por lo filosófico, vetas que permiten extender un puente entre lo personal y lo colectivo en procura de devolverle al grito su calidad y estatuto de canto, o viceversa, que el canto no se domestique y dé paso al grito. Los viajes del amor, los sueños, la familia y los desafíos de las mujeres, el tiempo y la crisis, las luchas sociales y el deterioro de los valores, la injusticia del patriarcado, la necesidad de ser ese que se quiere ser, o al menos intentarlo, son tópicos que la autora revisa con frescura y honestidad: «¿Quién se deja el corazón en la causa? Solo una insensata como yo». Eso también vale.
Gera Ferreira