En busca de Caronte. Autobiografía, realidad, ficción, erotismo, comentarios, presencia de un alter ego. Todo ello mezclado y atravesado por el pesimismo de la edad y la desaparición de amigos de juventud y compañeros de trabajo.
El autor se agarra a la lectura y a la contemplación de películas. Parece rendirse al Vicente Aleixandre de «¿por qué besar tus labios si se sabe que la muerte está próxima, si se sabe que amar es sólo olvidar la vida?», o al Gil de Biedma de «envejecer, morir, es el único argumento de la obra». Pero su pasión por la canción francesa clásica —que atraviesa toda la novela—alterna la reflexión pesimista con la alegría, al tiempo que le evoca su juventud (Brel, Ferré, Brassens, J. Grèco…).
El personaje principal parece buscar a Caronte ya antes de llegar a la Laguna Estigia: largo tiempo en que se desgranan recuerdos infantiles alrededor de fotografías encontradas en álbumes viejos, el paso por la universidad en la década de los sesenta, la transición… Y reflexiones entreveradas entre el círculo de la mierda pasoliniano y el arte escatológico. De temor ante el futuro abismal de la edad y la muerte cercana. Una muerte que no tendrá lugar «comme dans Le Larousse», que cantaba Lèo Ferré.