Este libro no pretendió ser un modelo de corrección ortográfica, literaria, argumentativa, discursiva o disquisitiva. Surgió espontáneamente para resolver una necesidad funcional: animar y motivar a mis
alumnos a leer y a pensar…, cual misiva entre amigos, más que nada enlazar sus vidas a la mía
y, de igual modo, mantener mi vida ligada a las suyas. Sufríamos el desconcierto de lo imprevisto; impuestos en un confinamiento que no entendíamos, ni nosotros ni ellos. Y debíamos aguantar,
como pudiéramos, días tras días. Así que recurrí a la metáfora de un naufragio y de sobrevivir
aislados, usando esta similitud existencial por distraer las mentes y liberar emociones. Se trataba, día por día, de lanzar cabos para, cual goleta, mantenernos arribados al puerto de nuestra realidad castigada. Y las sesiones de trabajo venían a ser como rondas de guardia, comprobando «el ánimo de la tropa» para que no decayera y mantuvieran los bríos altos. Por ello quiero que se evidencie la frescura de
lo espontáneo, la liviandad de lo libre… al par que distraer a través de la narración e incidir también en ciertas elucubraciones referidas a leyendas, a reflexiones o a observaciones de nuestro entorno y naturaleza. Y advertir, y dejar claro, que en cualquier momento, ocasión o circunstancia, aprender
nunca es aburrido, porque los aprendizajes resultan ser como nudos de una red de conocimientos
con los que nos valemos para pescar oportunidades y vivir la vida.