“Las guerras son la mayor de las locuras y en ellas es lógico que se produzcan acontecimientos que parecen haber sido concebidos por mentes desequilibradas de orates”. No es raro pues que, en este contexto, haya desenlaces grotescos, momentos concretos absurdos y ridículos. De ahí, que en estas historias aparezcan niños zangolotinos de familias burguesas aliados con golfillos de la calle, partidarios todos del Negus abisinio frente al invasor Mussolini; actúe una figura atrabiliaria, conchabada con un cura, para rematar (“en paz y en gracia de Dios”) un sucio y despiadado negocio de usura; sea cierta la salvación de unos fugitivos, gracias a ser confundidos con jerarcas, cuya llegada se espera; auténtico, aunque inverosímil, el caso del indulto de pena capital a un condenado, por el error distraído de una “mano inocente”; y en fin, posibilitar la paradójica amistad de los enemigos y la enemistad de los amigos contra un hombre leal, perseguido por unos y por otros. El libro pretende contribuir mínimamente a la lucha contra el olvido, individual e histórico. Terrible virus que vacía de sí mismo al hombre, acercándolo a la irracionalidad. En aras, naturalmente, de convertirlo en más manejable y sumiso.