Óscar Wilde dijo: «el corazón fue hecho para ser roto» y, aun sabiéndolo, ella y yo quisimos formar un único pronombre. Por ese entonces, dicho músculo era un lujoso cofre con el brillo de una estrella. Sin embargo, cuando se divorciaron los pronombres, aquel se rompió y mil experiencias antaño doradas cayeron al suelo. Hoy tengo esas experiencias expuestas en mi cuarto para que el olvido no las manche. En este libro, te embarcarás en el viaje que supone mirar a la pared y cómo un niño tuvo que aprender a despedirse de las caricias cuchilla que cariñosamente inflige el recuerdo.
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