«Despertar» cumple esa función reparadora, apaciguadora, y le da sentido pleno a una parte fundamental de nuestra realidad. A partir de ahí, podemos empezar a construir nuestros diques de contención. Debemos reforzar nuestras fronteras para estar fuertes desde dentro, desde nuestro yo interno más profundo. Nuestro universo debe ser único y conectado con la Fuente de Energía Universal. Y tenemos que dejar de culpar o castigar a las personas o circunstancias cercanas porque creamos que han herido a nuestra mente, a nuestro ego o a nuestro niño o niña interior. Nadie nos ha dañado realmente, ni los entes, los espíritus o las almas perdidas que rondan nuestra aura dañada. Nadie es culpable de haber caído en ese estado de debilidad. Lo que ocurre es que se ha desvirtuado nuestro proceso vital básico de la vida. Hemos cedido nuestra fortaleza a cosas mundanas e insignificantes y hemos, con ello, perdido el sentido exacto de cómo vivir esta experiencia, ya sea, masticando, tragando, digiriendo o asimilando esta realidad que creemos, algunas veces, nuestra enemiga.