Escucha activa, optimismo, calidad humana, emoción, coaching, resolución de conflictos, diálogo, modelos educativos, autoconcepto, autoestima, respeto, democracia, disciplina, estilos de educación, sobreprotección, comunicación, digitalización, asertividad… Términos, todo ellos, que nos resultan habituales y que debemos saber manejar para llevar a cabo la educación actual de niños y niñas, de adolescentes y jóvenes. Pero ¿cómo? Los educandos son diferentes (tiranos, inseguros, autónomos, dependientes…) y sus padres también (permisivos, implicados, autoritarios…), lo cual deriva en que no existe un modelo exclusivo (¿talla única?) de educación que resulte válido para su aplicación automática. Hay que profundizar en la complejidad del proceso educativo y hay que capacitarse para manejar las técnicas apropiadas que permitan resolver cada situación o circunstancia que se presente.
En la familia es donde se inician las primeras relaciones de afecto con los demás, por lo que se considera un adecuado aprendizaje el aceptarnos y aceptar a los otros. Supone, por tanto, responsabilizarnos de nuestras propias acciones para mejorarnos a nosotros mismos y mejorar así nuestras relaciones. Es necesario que se realice un análisis de la familia como agente educativo y socializador, de sus funciones y de los roles que adopta, siendo de vital importancia su rol de coach. Te invito a buscar dicho análisis en:
«ESCUELA DE FAMILIAS. Autocuidado y gestión de energía cuando vivimos con niños/as».