¿Por qué dedicar un libro a las escuelas que enseñan? ¿Acaso hay escuelas que no enseñan? Y si la escuela no enseña, ¿qué hace? En los tiempos que corren, apostar por el conocimiento en la escuela y por formar ciudadanos cultos es un valor de futuro y, para este fin, el papel del buen docente es imprescindible. Este es el hilo conductor de este ensayo en el que el autor responde de una forma bien fundamentada, con un enfoque constructivo y un estilo directo y cercano a preguntas como: ¿Toda innovación educativa es aceptable por el hecho de llevar esa etiqueta? ¿Qué importancia tiene la transmisión de conocimientos en la escuela del s. XXI?, ¿y la memoria?, ¿y la atención? ¿Se puede tener pensamiento crítico sin saber de lo que se critica? ¿Información y conocimiento son lo mismo? ¿Cómo avanzamos hacia la equidad si la escuela rehúye del conocimiento para todos? Cuando el uso desmesurado de las pantallas es un hecho que preocupa, ¿qué papel debería jugar «lo digital» en la escuela? Este libro es una apuesta decidida por la innovación educativa, pero no por cualquier innovación, sino por la que nos ayuda a enseñar mejor, la que consigue aprendizajes más profundos y duraderos. Es un reconocimiento sincero a los docentes que enseñan y a las escuelas que entienden que el conocimiento sí importa en la formación de ciudadanos libres, porque, sin cultura, otros pensarán por nosotros.
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