Mi madre poseía un don especial para la cocina que acompañado de todo el amor que le aportaba a sus elaboraciones las convertía en excelentes, equiparables a la mejor de las confeccionadas por cualquier chef de renombre, situación que me convirtió en un exigente sibarita que en mis desplazamientos laborales por toda España aprovechaba para degustar comparativamente todas las comidas típicas de cada región española, en su propia tierra y elaborada por sus originarios, no consiguiendo desbancar nunca a las de mi madre, por eso esta obra está dedicada a ella que fue la que me enseñó y educó en el arte culinario.