Rosa tiene una pulsión poética que se extiende también a sus textos en prosa. Como en sus textos poéticos, encontramos en este libro un lenguaje extremadamente rico, preciso, claro y, sin embargo, sencillo. Sobre todo, lo que a mí me parece más característico de su estilo es el uso, casi espontáneo, de las imágenes más variadas e imaginativas que alguien pueda esperar: «Su cuerpo, un quijote desgarbado que caminaba como un garabato hiperbólico»; «La Nochebuena se abalanza sin piedad sobre la ciudad»; «La sábana amaneció desmayada por los suelos de aquella suite opulenta».
Estos giros lingüísticos no son solamente la demostración de su gran dominio de la lengua, ni bellos ejercicios de esteticismo
lingüístico; son, sobre todo, de un enorme y efectivo impacto expresivo.