Las circunstancias políticas europeas de finales del siglo XV obligan a que, por primera vez en la historia, un ejército español tenga que combatir fuera de nuestras fronteras. El designado para dirigirlo, Gonzalo Fernández de Córdoba, se convertirá, por sus excepcionales dotes de mando, en la más preclara figura militar de su tiempo, y un ejemplo para la posteridad.
La España de los Reyes Católicos en la que se desenvuelve su vida y su acción constituye el período más sobresaliente de nuestra historia, no sólo porque en él se sientan las bases sobre las que se fundamenta la organización interna del Estado de los últimos quinientos años, sino también porque las reformas militares emprendidas, de las que uno de los protagonistas fue el Gran Capitán, convertirá a nuestra nación en la hegemónica de Europa durante casi dos siglos. La impronta ética que dio carácter a su persona y su vida supo transmitirla y plasmarla en sus subordinados y sus actuaciones bélicas, a las que dotó de un espíritu nuevo que ha perdurado a lo largo del tiempo.
Ese espíritu no podría entenderse si no se analiza también en su justa medida la profunda renovación y transformación operada por los Reyes, en especial por la Reina Isabel, que fue el alma dominante de todo el período, y su defensora.
Fue un guerrero y político extraordinario. Su recuerdo permanece inalterable y perenne (ahí está para demostrarlo el Tercio n.º 1 de la Legión que lleva su nombre), y decir Gran Capitán sigue siendo motivo de orgullo para los españoles.