Adriana y Daniel se conocieron en la universidad y tuvieron un encuentro casual después de unos años. Los dos estaban involucrados en relaciones largas de noviazgo, aunque, por ciertas desavenencias, su trayectoria empezaba a verse dañada. Intentando encontrar la estabilidad, deciden tramar un plan, ayudándose mutuamente a reconquistar a sus parejas, pero el propio destino les tiende una trampa que cambiará totalmente el fortuito final.
Es entonces cuando empiezan aflorar emociones y sensaciones, bien enceradas y remotas, recordando el amor puro, inocente, con el cual uno nace; ese amor que con el paso de los años, a veces por miedo de no ser herido, o también por el contrario, por estar reiteradamente golpeado, se esconde tan bien, olvidando el camino hacia fuera, hasta que súbitamente alguien llega y de la manera más sutil consigue revivirlo.
Llega un momento en la vida donde de repente cambiamos. No sabemos el motivo, no sabemos el momento, pero ocurre. Pueden ser acontecimientos los que nos hacen cambiar, pueden ser personas o, simplemente, palabras que pesan.