Llevas tanto tiempo arrastrando toda esa ruina que la has tomado como parte de tu ser, como parte de tu vida. Te han roto el corazón tantas veces, te han usado y tirado unas tantas más, que te acostumbras a la idea de que esto es lo que te mereces. El espejo te muestra el desastre al que estás encadenado; no eres merecedor de nada ni nadie. Y en medio de ese huracán, de todo el caos, en un momento de reposo, unos labios en un frío día de noviembre firman envejecer junto a los tuyos. Todo el disparate que te rebosaba era un arte que sólo supieron manipular, que no supieron entender. Al final, lo único frágil dentro de esta historia, fue la humanidad de todos aquellos que no supieron verte. Y tu mejor y mayor espectador te muestra un camino de luz donde antes todo era oscuridad.