El idioma no es una forma estática y específica a un solo lugar y a un solo grupo de gente. Las palabras viajan cruzando fronteras y culturas. Son adoptadas y cambiadas por diferentes pueblos que las hacen suyas. En este libro profundizamos sobre el curioso viaje de palabras que en origen son celtas, galas, helenas, germánicas, latinas, etc., pero que han pasado por el francés, antes de llegar al español. Explicamos cómo fue que una palabra que era usada por los celtas para referirse a un dedo, pasó a designar a objetos de adorno. Cómo fue que una palabra, que en Roma designaba una pluma, pasó a referirse a una avería, u otra que se refería a una lana gruesa, pasó a ser «burocracia». ¿Cómo es posible que la onomatopeya del sonido que se hace espirando aire desde las mejillas hinchadas no solo se refiera a un mueble de cocina, sino también a la clientela de un abogado?