Cuando estoy junto a un río me gusta conversar con él. Le pregunto donde nace y por que pueblos pasa, y le pregunto como son los hombres y las mujeres que va dejando atrás. También le pregunto si atraviesa civilizaciones ya desaparecidas; en fin, curiosidades mías. Cuando estoy junto al mar me intereso por las gentes de la otra orilla; sus anhelos, sus preocupaciones, su manera de vivir. Incluso converso con calles que no llevan a ninguna parte y con arrogantes edificios de rostro hierático. Lo mismo me sucede cuando llego a la cima de alguna montaña, ya que hablo con ella y con las nubes que la coronan, y les pregunto como ven el mundo desde arriba, si se ven las cosas con más claridad y si pueden darme alguna noticia que me pueda arrancar una sonrisa, pero la respuesta se repite siempre: tanta distancia y camino, tan diferentes banderas, y la pobreza es la misma, los mismos hombres esperan (*). Pero yo sigo mi camino, entre bullicio de niños y sábanas tendidas al sol, entre manos callosas y mujeres de sonrisa olvidada; entre muros de hormigón con corbata y prepotencia incluida, entre rugidos de automóviles y un torrente humano, muchas veces deshumanizado; aunque siempre estoy dispuesto a fotografiar la esperanza. Sed felices.
(*) Daniel Viglietti
Guillermo Martínez Schrem