Ainhoa, mujer morena de ojos negros, parisina de origen hispanovasco, reside en una bella ciudad francesa turística y marítima de renombre: La Rochelle. Es una ciudad costera que da al Atlántico. Su vida es clásica: trabajo, hijos, casa y, de vez en cuando, un paseíllo con amigas por el mar o por la hermosa ciudad tan luminosa para disfrutar de la vida.
En una de estas ocasiones, cuando iba al encuentro de una amiga y de sus dos hijos, se le ocurre ayudar a un turista español bastante guapetón, desorientado, que viene a La Rochelle por primera vez por asuntos profesionales. Es un artista muy famoso en su tierra y en Latinoamérica, pero ella no lo sabe y lo guía como si fuera un forastero cualquiera.
Pronto, la hispanofrancesa se lamenta de haber echado un cable a ese hombre tan pegajoso y haber sido tan amable con él porque no la deja ir a su cita y no logra quitárselo de encima.
La vida está hecha de tal manera que, a raíz de este encuentro insólito, complicado al principio, va a empezar una relación amistosa que va a convertirse, a pesar de la intrusión de otro hombre, en una profunda relación amorosa.