El siglo VI a. C. fue una época singular de la historia. Poderosas naciones como Persia, Babilonia, Egipto, Fenicia, Grecia y Cartago, principalmente, pugnaban por hacerse con la supremacía comercial y militar en el mar Mediterráneo.
Mientras tanto, en el suroeste de España existía un lugar de clima bondadoso y paisajes maravillosos, habitado por gente pacífica, longevas, de carácter afable y alegre, que llegó a ser la envidia de todos los pueblos coetáneos; tanto es así que le llamaron el reino de la Felicidad, el reino de Tartessos.
Tartessos es, con mucha diferencia, la principal suministradora de plata y bronce del Mediterráneo, por lo que también es de las más ricas en aquel siglo, de la mano del rey Argantonio.
A este reino llega Therón, un médico y joven fenicio procedente de la ciudad de Tiro, cercada por Nabucodonosor, que, después de pasar un tiempo en Egipto, se embarca rumbo a Tartessos con el fin de conocer a los descendientes de su familia que arribaron a estas tierras después que un volcán destruyese la isla de Thera (hoy día Santorini).
Después de muchas aventuras Therón llega a esta maravillosa tierra, a la que defenderá con todas sus fuerzas.
La codicia, las guerras y los desastres naturales fueron minando poco a poco su estatus, hasta que desapareció su luz, apagándose en las sombras del tiempo.