Estamos ante una historia de vida marcada por una cantidad increíble de sucesos extraordinarios que hacen de ella una lectura amena y sumamente interesante. El libro es también la historia de una época, de una región y un país; una novela de corte autobiográfico que se desarrolla a inicios del siglo XX, donde el desamparo, la injusticia social, el racismo y la xenofobia alcanzan niveles de frustración dichosamente superados hoy y que nos parecen más realismo mágico que una vivencia sufrida en carne propia.
En sentido más estricto la obra puede clasificarse dentro del género etnográfico, lo cual se traduce en leer la sociedad costarricense de entonces a través de una historia de vida fascinante protagonizada por un hombre humilde, mestizo, que integra en sí mismo una gran riqueza cultural que da paso a una estética con raíces en los conflictos, los traumas y la desolación de una persona infinitamente pobre que asume su condición con valentía.
Esta obra nos brinda una imagen plena de la poesía de la tierra, de sus paisajes y de la desesperanza de las personas negras.
En la novela resaltan dos elementos que se entrecruzan a lo largo de todo el libro: el amor y la tragedia, donde la casualidad, la buena o la mala suerte, le dan a la vida humana, y en particular a la muerte, una dimensión mítica y metafórica.